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PRESENTATION

Rodolfo de Florencia produces intensely iconographic work, much more than a figurative one. In any event, it is a kind of figuration that criticizes itself. It is a subversion of the figurative tradition based on a criticism of the representation. This process unavoidably goes through a sort of research of the semantic possibilities of the pictorial icon and of the way in which the pictorial icon has historically been handled within diverse artistic tendencies.

 

We are faced with a fundamentally ironic work that tends to be subversive against a scale of social values, and even against a stable definition of the artistic. However, the discourse ambiguously kept between the banal and the poetic. And that is perhaps another constant in the trajectory this artist.

 

If there is something that contributes to contextualize the work of Rodolfo de Florencia in the world of contemporary art, it is that combination between poetic impulse and playing with frivolity. That is what drives him to handle his pieces as objects directed to tunnel their possibilities of transcendence, while on the other hand he elaborates a discourse that criticizes the prevalence of immediacy and intranscendence in the art world. This results in an ambiguity that seems very in tune with the heritage of Pop art, mainly with regard to reproduction, parody and criticism of certain ideological stereotypes as well as certain schemes of representation of subjects, objects and social processes in a culture of masses.

The work of Rodolfo de Florencia seems to underline every time we are confronted with an artificial object or a simulation. And he achieves this through the erosion of the limits between the highest purely spiritual level and the highest purely ornamental, functional and pragmatic levels of the artistic work. They are works conceived as ornamental objects that are simultaneously thinking the ornamental, questioning the ornamental, representing it as a value and a quality of the institutional system, that it is art itself.

Juan Antonio Molina

Curator

Rodolfo de Florencia hace una obra intensamente iconográfica, mucho más que figurativa. En todo caso, es un tipo de figuración que se critica a sí misma. Es una subversión de la tradición figurativa que está basada en una crítica de la representación. Este proceso pasa inevitablemente por una especie de investigación de las posibilidades semánticas del icono pictórico y de la manera en que el icono pictórico ha sido trabajado históricamente dentro de diversas tendencias artísticas.

 

Estamos ante una obra que es fundamentalmente irónica, que tiende a ser subversiva frente a una escala de valores sociales, e incluso frente a una definición estable de lo artístico. Sin embargo, el discurso se mantiene ambiguamente entre lo banal y lo poético. Y esa tal vez sea otra constante en la trayectoria de este artista.

Si algo contribuye a contextualizar las pinturas de Rodolfo de Florencia en el ambiente del arte contemporáneo es esa combinación entre impulso poético y juego con la frivolidad. Eso es lo que lo lleva a trabajar sus obras como objetos dirigidos a socavar sus posibilidades de trascendencia, mientras por otro lado elabora un discurso que critica el predominio de la inmediatez y la intrascendencia en el mundo del arte. De esto resulta una ambigüedad que parece muy a tono con la herencia del arte Pop, sobre todo en lo que respecta a la reproducción, parodia y crítica de ciertos estereotipos ideológicos y ciertos esquemas de representación de sujetos, objetos y procesos sociales en una cultura de masas.

 

La obra de Rodolfo de Florencia parece estar subrayando siempre que nos encontramos ante un objeto artificial o ante un simulacro. Y lo hace mediante la erosión de los límites entre el nivel más puramente espiritual y el más puramente decorativo, funcional y pragmático de la obra artística. Son obras pensadas como objetos decorativos que simultáneamente están pensando lo decorativo, cuestionando lo decorativo, representándolo como un valor y una cualidad del sistema institucional que es el arte mismo.

Juan Antonio Molina

Curador

        

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