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Hay un vacío en la imagen que debemos llenar

José Manuel Springer

 

De nuevo la pintura se vuelve  sobre nosotros. Las imágenes pintadas de Rodolfo de Florencia apuntan a esa situación.  Son sólo algunos elementos de la obra, que se sostiene en fotografías de archivo, lo que nos hacen percibir tal situación.  De Florencia nos ofrece imágenes icónicas por antiguas, quizá nostálgicas e inocentes. Son imágenes que indican un sentido de lectura, una manera de ver.

 

Si hacemos un ejercicio para imaginar la procedencia de las imágenes, podríamos situarnos en un periodo histórico en el que la fotografía comienza a ganar terreno sobre lo real. La imagen fotográfica de ese entonces abarcó terrenos de la experiencia con una inmediatez no vista anteriormente.  En la forma en que Rodolfo de Florencia presenta las imágenes, las pinturas retoman la instantánea fotográfica pero apuntan hacia la mirada, la forma en que vemos la historia.  Aquí no hay lectura de imágenes sino formas de la mirada que están implícitas.

 

Históricamente la búsqueda compulsiva de la narración y del significado ocupa a gran parte del imaginario pictórico. La hermenéutica de lo que quiso decir el pintor se impone sobre lo que ve el espectador. El sistema iconográfico de Rodolfo de Florencia es un invento moderno, se constituyó a partir de las imágenes reconstruidas en la obra de Francis Picabia y Max Ernst y se desarrolló más adelante en la obra de Julio Galán y David Salle.  En la pintura de Rodolfo de Florencia  las pinturas procuran emancipar al espectador de la necesidad de interpretarlas.

 

¿Qué es lo que resta cuando la imagen no es interpretada?  Queda una imagen impersonal que paradójicamente es subjetiva porque lo que veo es lo que yo proyecto. En la obra Anunciación,  los espacios negativos  sugieren la tensión de no saber cuál es el sentido que dio origen de la imagen:  ¿ Es fotografía o pintura, realidad fabricada o inventada? 

 

Según el psicoanalista Jacques Lacan, proyectamos una parte de nosotros mismos sobre la imagen que vemos. Esta no es un reflejo,  resultado de colocar un espejo ante la realidad, sino como una pantalla de cine en la que nosotros vaciamos un contenido.   Observamos  la pintura denominada Eclipse y nos damos cuenta de que efectivamente, lo que ve nuestra mirada es la proyección oscura de nuestra sombra en lo que vemos.  Un trazo de subjetividad se encima en la imagen.

 

Podríamos decir entonces que vivimos en una época narcisista, en la que constantemente  proyectamos nuestro narcisismo sobre los que nos rodea.  Vivimos una cultura de imágenes que nos abordan por todos los ángulos, que manipulan nuestra identidad de las maneras más banales  pero efectivas.   En las imágenes fotográficas hay una impronta, un sello nuestro, el cual tenemos que empezar a digerir antes de abandonarnos a vivir en un estado de fantasía inconsciente.

 

Observemos la secuencia de pinturas de Rodolfo de Florencia y veamos como la secuencia está ligada por una serie de emociones, reflejadas en espejo, en el que constantemente hay un vacío. Julieta sin Romeo, por ejemplo, es un tema que recibe la proyección del Yo sobre el Eros,  emanada de la pérdida del sujeto amado.  En contraste  el deseo crece en la conjunción de dos cuerpos desnudos en la pintura Love II , inconscientemente los hombres situamos al yo como el sujeto activo en la imagen, fundamento esencial para el funcionamiento de la pornografía.

 

El momento en que la imagen pictórica pierde su independencia y la fotografía se apodera del estatuto de lo real,   el arte deja de ser como la expresión de un contenido y se convierte en el reflejo de la mirada de quien lo ve.  La pintura contemporánea no se queda en la representación, antes bien provoca la presentación del que la ve.

 

La pintura tiene la fuerza que le da el hecho de ser un artificio. Si el hiperrealismo contemporáneo nos ha llevado a la eliminación del principio de realidad, la pintura puede, a través del recurso de su artificialidad (en el caso de esta serie de pinturas, las franjas de color resultan sumamente artificiales) recibir la proyección de quien la ve. El resultado: registramos en la mente lo que la imagen refleja de nosotros.

 

En los retratados de Rodolfo de Florencia  es evidente este dispositivo que articula la imagen.  En cada efigie se ha subrayado muy específicamente el centro de la atención con la intención de hacer énfasis en la no-interpretación del retratado, y sugerir la proyección de la mirada de quien lo ve.   En las imágenes hay un vacío, una mancha, que nos exige llenar de sentido, la pregunta es sabemos qué es que vamos a proyectar para llenar el vacío en la imagen?

 

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